domingo, 3 de febrero de 2008

Hermanos Mayo

Fotografiar la migración
Por: John Mraz

Los Hermanos Mayo saben lo que significa tener que emigrar. Desde 1940, este colectivo de fotógrafos ha contribuido a redefinir el periodismo gráfico en México, pero tuvo su origen en España al borde de una de las grandes conflagraciones del siglo veinte, la Guerra Civil. Ahí, en vísperas de tanta esperanza y decepción, empezó su vínculo con “los de abajo” que dura hasta hoy en día. El apellido “Mayo” que han usado los miembros del colectivo es un “nombre de batalla” que refleja el compromiso con la clase obrera de los cinco “hermanos” de dos familias: los Souza Fernández —Francisco (Paco) Souza Fernández (1911-1949), Cándido Souza Fernández (1922-1985) y Julio Souza Fernández (1917)— y los del Castillo Cubillo: Faustino del Castillo Cubillo (1913-1996) y Pablo del Castillo Cubillo (1922).Al empezar la Guerra Civil Española, se incorporaron en diversas unidades. Julio fue el único que peleó con armas además de la cámara; fue artillero y al mismo tiempo fotógrafo del periódico Superación. Faustino trabajaba para el conocido fotoperiodista español, José María Díaz Casariego, y durante la defensa de Madrid tomó unas fotos que impresionaron mucho a Enrique Lister, Comandante de la Onceava División.
Cuando Lister vio las fotos publicadas, llamó al periódico y dijo: “Quiero a ese joven reportero”. Faustino entró en las fuerzas de Lister y fue enviado a trabajar para el periódico de la Primera Brigada, Pasaremos, el cual era dirigido por el más tarde famoso filósofo marxista radicado en México, Adolfo Sánchez Vázquez. El fotógrafo sirvió en varios frentes de guerra —Madrid, la sierra de Guadarrama, Jarama, el Ebro, Belchite, Barcelona— pero siempre como fotoperiodista.Paco también se limitó a la fotografía, trabajando para las publicaciones El Frente de Teruel, Crónica, El Diario de Madrid y El Paso del Ebro, además de ser director de fotografía para el importante periódico izquierdista, Mundo Obrero. Mandaba sus rollos de película a Cándido, quien los revelaba, los imprimía y los llevaba a publicaciones en la zona republicana. Su compromiso y su capacidad lo hicieron conocido y el General Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor General del Ejército Republicano, lo nombró Director de Fotografía del Estado Mayor del Ejército y Director de Fotografía del Servicio de Inteligencia Militar. Fue gravemente herido por una bomba en Madrid e internado por tres meses, durante los cuales le tuvieron que injertar piel en su muñeca, muslo y rodilla. Con la derrota de los republicanos en febrero de 1939, cruzaron la frontera a Francia medio millón de españoles: hombres, mujeres y niños. Paco había sido reconocido por el gobierno francés como Miembro del Estado Mayor del Ejército, con el derecho de juntar a su familia y salir de Francia a México. Hizo contacto con Fernando Gamboa, el diplomático mexicano encargado de seleccionar a los refugiados para emigración a ese país y, a principios de 1939, Paco salió de Barcelona, rumbo a Francia en compañía de las cuatro mujeres de su familia. Faustino y Cándido llegaron a Francia en febrero, poco después que Paco y las mujeres, pero fueron consignados a un campo de concentración. Con la intervención de Paco, Faustino y Cándido fueron rescatados del campo y pudieron juntarse con el resto de la “familia”. Julio fue hecho prisionero en Alicante, en marzo de 1939, y estuvo en prisión dos años; después tuvo que servir en el ejército hasta 1943. Trabajó en Madrid de 1943 a 1947 en la fotografía, hasta que fue reclamado en 1947 a través de la embajada mexicana en Lisboa y fue a México en ese año. Pablo fue reclamado en 1952 para ir a México desde España.

El 13 de junio de 1939, tres de los Hermanos Mayo —Paco, Faustino y Cándido— arribaron a Veracruz a bordo del barco Sinaia. Llegaron junto con otros mil seiscientos refugiados, quienes constituyeron “La Primera Expedición de Republicanos Españoles a México”, nombre que los propios emigrados se había dado a sí mismos en el periódico que crearon en el barco. En el puerto, fueron recibidos por personajes prominentes de México —entre ellos, Ignacio García Téllez, el Secretario de Gobernación, y Vicente Lombardo Toledano, el importante líder obrero— y por la banda del famoso Quinto Regimiento, que tocaba “La Internacional” mientras los refugiados saludaban con el puño en alto.Al llegar al nuevo mundo se restableció la unidad de Foto Mayo. El reconocimiento de Paco significó que el gobierno mexicano le encomendara fotografiar a cada uno de los refugiados que llegaba al país y los tres hermanos pasaron dos meses en hacer los documentos de los que iban llegando. Desde entonces, trabajaron para más de cuarenta periódicos y revistas, entre ellos El Popular, La Prensa, El Nacional, Hoy, Mañana, Siempre!, Tiempo, Sucesos, Time y Life. Más aún, participaron en la formación y la fundación de revistas y periódicos que reflejaban su compromiso con las fuerzas democráticas en México desde las revistas de corta vida, Tricolor y Más, hasta el aún vivo periódico El Día.
Al igual que la obra de los constructores anónimos de las pirámides, de los talladores desconocidos de las iglesias coloniales y de los grabadores populares como José Guadalupe Posada, la obra de los Hermanos Mayo es una expresión más de esa antigua tradición mexicana en la cual el arte es producto de la lucha por el pan de cada día. Sin embargo, los Mayo —como los braceros— tuvieron que hacer ajustes en su nuevo país y sufrir prejuicios y discriminación. Faustino cuenta cómo le ofrecieron entrar como fotógrafo en La Prensa, pero el jefe de fotografía, Miguel Casasola, y los otros fotógrafos lo rechazaron —“¡Cómo, un refugiado aquí!” Fue asignado a hacer las tareas más repugnantes, como la de cubrir la policía pero, como cuenta Faustino, su experiencia y su amabilidad le sirvieron bien:

El Jefe de Fotografía, Miguel Casasola, me mandó a trabajar en cosas de la policía para fastidiarme. Pero yo ya había trabajado mucho en eso para El Popular, en la vieja penitenciaria; tenía muchos amigos entre la policía y me dejaban entrar con los reos, algo que no permitían a nadie más. Llegaba a la oficina con esas fotos y me dijeron: ‘Pero, ¿cómo hiciste estas fotos?’. Y yo les dije, ‘Pues, me mandaron allí para chingarme, pero yo les chingué a ustedes’.
Esta actitud anti-española es producto, en gran medida, de la reacción contra los “gachupines”, quienes se dedicaban principalmente al comercio y a hacer negocios en México. Al igual que los otros refugiados, los Mayo rechazaban rotundamente ser confundidos con esos típicos emigrados de España que venían a hacer la América. Julio dice:

No éramos el inmigrado de pan y cebolla que venía aquí a segar campos, ni que venía aquí a poner una casa de mala nota, ni que venía aquí a ver cómo podía explotar. Eran unas circunstancias muy diferentes a esas inmigraciones que el pueblo mexicano conocía. Entonces, hubo un distanciamiento muy marcado entre los españoles; era un orgullo, un honor decir “soy refugiado”. Nosotros los refugiados protestábamos si nos llamaban gachupines porque ser gachupín era una ofensa ya que aquellos habían venido a explotar al pueblo y a hacer dinero.
Faustino encarnó esta actitud cuando firmó la dedicatoria de su libro, Testimonios sobre México, “de un refugiado” —subrayó la palabra “refugiado”— al regalárselo al entonces Presidente Miguel de la Madrid. El presidente le preguntó por qué había escrito esas palabras y Faustino le explicó que era un gran honor para él ser un refugiado político. A más de cuarenta años de haber llegado a México, todavía insistía en diferenciarse de los gachupines. Aunque tanto los braceros como los Hermanos Mayo pertenecen a los desarraigados del mundo, hay grandes diferencias entre las circunstancias de su emigración. Para Faustino, son:

Exactamente lo opuesto. Nosotros llegamos con las puertas abiertas, gracias al General Lázaro Cárdenas; ellos llegaban con obstáculos y broncas de trabajo. Son muy maltratados en los Estados Unidos. La gente que quiere trabajar, debería tener el derecho de trabajar, tanto allí como aquí; en todo el mundo él que quiera trabajar debería tener ese derecho.
Julio también distingue tajantemente entre los dos casos:

Nosotros fuimos emigrados políticos y ellos son emigrados de hambre. Nosotros no teníamos ningún problema para ganarnos la vida en España; el problema era que si nos hubiéramos quedado, nos hubieran matado. Pero sí, nos daban pena esos pobres diablos que tenían que dejar a sus familias y a sus hogares sólo para poder ganarse la vida. Deberían haber podido hacer eso en México.

Cualesquiera que sean las diferencias entre la emigración de los Mayo y la de los braceros, la sensibilidad que tienen los Mayo para retratar las diversas facetas de esa situación es evidente. El número de los negativos (400 sobre braceros dentro de un archivo de unos cinco millones) no indica en sí una atención especial por los braceros de parte de los Mayo. Sin embargo, el hecho de que reprodujeron en su “forma bracera” una de las fotos “clásicas” del colectivo —la del obrero con el mazo— parecería indicar que había un interés particular.Las fotos hechas por los Mayo de los braceros generalmente tratan de sus experiencias en la ciudad de México y el aspecto más fotografiado por ellos fue el proceso en los “Centros de Contratación”, los lugares a donde acudían los aspirantes a braceros para “engancharse”. En un principio (agosto de 1942), estos Centros funcionaron en las oficinas de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, después se cambiaron al Estadio Nacional en la colonia Roma, y finalmente acabaron utilizando el edificio de La Ciudadela. En estos Centros, los aspirantes tenaces —formados en largas y agotadoras filas— proporcionaban sus datos personales en respuesta a un interrogatorio diseñado por las agencias contratistas y el gobierno mexicano; eran sometidos a una serie de exámenes médicos; recibían una orientación con respecto a los mecanismos de contratación y, quienes eran aceptados, firma-ban contratos por un mínimo de seis meses.Era de esperarse que los Mayo retratarían con empatía las colas sin fin donde los hombres esperan. Los cascos franceses de los policías deben haber sido sólo un toque irónico para hacer a los Mayo recordar las filas, las formas para llenar y las firmas necesarias para poder salir de Francia. Habían sufrido algo similar y los Mayo tienen un ojo agudo para lo inhumano de los trámites burocráticos que los braceros tenían que realizar en el Distrito Federal para poder salir legalmente. Así, documentaron a los aspirantes inclinados sobre los papeles en los escritorios de los burócratas… como pronto iban a estar agachados en los campos de los Estados Unidos.

No obstante lo difícil de la situación de los aspirantes, los Mayo no se limitaron a representarlos como víctimas pasivas. Una de las cuestiones más importantes a considerar en su fotografía de los braceros es si sus imágenes pertenecen a la categoría de “la fotografía de la víctima”. Es decir, hasta qué punto se podría encontrar en sus fotografías un acto doble de subyugación: primero, en el mundo social que ha producido sus víctimas; segundo, en el régimen de la imagen, producida dentro y para el sistema que engendró las condiciones que entonces representa. Ciertamente, sus fotos estaban destinadas a ser consumidas por un universo muy diferente del cual procedían. Los lectores de las clases medias y altas de los periódicos y las revistas ilustradas donde apareció su obra eran un mundo aparte del de los braceros. Pero, si la consideración de esta relación entre el sujeto y el público es importante, no es necesariamente definitiva. Más bien, la cuestión de “la fotografía de la víctima” gira en torno de la pregunta: ¿hasta qué punto intentan las imágenes romper con el sistema social, textual e ideológico dentro del cual están inscritas? Una estrategia estética para evitar la victimización es mostrar una interacción entre los fotografiados y la cámara, para así representarlos como sujetos capaces de actuar en el mundo en lugar de ser solamente objetos del fotógrafo. La conexión de los braceros con las cámaras de los Mayo es excepcional, aún entre las imágenes de un colectivo conocido por su representación comprensiva de los desamparados. Otras imágenes de los Centros de Contratación confirman la intención de los Mayo de documentar la humanidad de los aspirantes, al retratar su vitalidad. En algunas fotos, ellos devuelven la mirada de la cámara, pero otras muestran una interactividad que va más allá: los aspirantes abiertamente juegan con el fotógrafo, sonriéndole como si fuera un viejo amigo y cómplice. Podría parecer fácil retratar a los emigrantes de esta manera, pero otras fotos hechas por los Mayo demuestran que su perspectiva fue un producto tanto de sus intenciones como de haber vivido una experiencia similar. El trabajo que hicieron para que los aspirantes se relacionaran con ellos se puede apreciar en fotos donde esconden sus caras detrás de sus sombreros, sus manos y hasta de un periódico. Quizá no les gustó la idea de que salieran sus facciones en los medios, o quizá temían que la cámara les quitara sus rostros; atrapados frente a la cámara, cubrían sus caras. Sin embargo, en general, la reacción de los aspirantes ante las cámaras de los Mayo es la de complacerles al colaborar en lo que adquiere tonos de un proyecto común de representar al proceso de emigración, en lo cual los sujetos participan en hacer que la imagen exprese algo de ellos.


Es útil aquí comparar las imágenes de los braceros hechas por los Mayo con las que se encuentran en el Archivo Casasola. Los Casasola cubrieron básicamente los mismos eventos que los Mayo, aunque hicieron más imágenes en la frontera, sobre todo de indocumentados. Entre las fotos de los Casasola hay unas que embalsaman eventos dramáticos, por ejemplo, de indocumentados que cruzan el río Bravo, además de la subsecuente persecución, captura y detención de ellos por la policía fronteriza. En algunos casos, Casasola intentó infundir sus imágenes con un dramatismo visual, al enfocar sobre los pies de los aspirantes. Sin embargo, en sólo una de las fotos de Casasola se puede encontrar el nivel de relación (rapport) que es común en las fotos de los Mayo. En general, las imágenes de los Casasola demuestran una distancia entre el fotógrafo y los fotografiados que seguramente representaba la tradicional incomprensión y rechazo de los mexicanos hacia los que abandonan a la madre patria para buscar otra vida en el norte.Emigrantes como los braceros, los Mayo no compartían la perspectiva prejuiciosa de los Casasola. Sin embargo, cualesquiera que fueran sus sentimientos con relación a los braceros, los deberes de los Mayo como fotorreporteros requerían que a veces se entrometieran en la privacidad de individuos que no querían ser fotografiados. Los hombres que se escondían detrás de sus manos, sus sombreros y sus bolsas sirven como una amonestación en contra del fotógrafo victimario que se aprovecha de las personas apresadas en situaciones en las cuales no se pueden defender en contra del escrutinio despiadado de la cámara.A pesar de que sus compromisos fotoperiodísticos les llevaron a veces a meter sus cámaras donde no las querían, los Mayo demuestran una solidaridad con los braceros al retratarles como sujetos capaces de actuar en el mundo a pesar de su condición subalterna. Se ve con claridad y fuerza la capacidad de los Mayo de interpretar la tenacidad del ser humano frente al proceso de objetivización en la foto de los médicos que examinan a dos hombres desnudos. Pocas fotos como ésta retratan la humillación del proceso burocrático por el que tenían que pasar los aspirantes. Pero, en las actitudes de esos dos hombres encontramos todo un espectro de reacciones humanas, y de posibilidades. El más viejo se cubre como con pudor; el joven mira directamente a la cámara, como rehusando ser reducido a objeto por el médico, por el fotógrafo o por la historia, y muestra desafiante su dignidad.

La capacidad de los Mayo para captar las complejidades del mundo social se ve expresada en las fotos tomadas en Buenavista, la estación de trenes de donde partían los braceros. Allí, sus imágenes reflejaron la relación entre el fin y el principio de algo: el dejar atrás una vida conocida y los vínculos familiares, y el nacimiento de nuevas posibilidades. Claro, no faltan las imágenes que documentan el agudo dolor de la separación: mujeres queridas lloran al despedirse del joven que va a hacer su “fortuna” en un mundo lejano; padres que levantan a sus hijitos para darles el último abrazo; al arrancar el tren, una pareja se separa con las manos y los ojos entrelazados. ¿Y cómo podía haber sido de otra manera? Los Mayo conocían demasiado de cerca las despedidas lacrimosas de la Guerra Civil, las familias que se separaron para nunca más volverse a ver. Pero, la gracia y el poder de los Mayo no se quedan en esa nostalgia amarga. Miran y muestran en el saludo de victoria de los braceros las energías y las emociones liberadas por las posibilidades aparentemente infinitas que ofrece la nueva tierra. Es una “V” que significa la victoria de los que no dejan de luchar o, por lo menos, de los que habían saltado las primeras vallas burocráticas que encontraron y tenían la certidumbre de que algo mejor les esperaba.En las fotos de la frontera la visión de los Mayo se condensa en la dicotomía México-Estados Unidos. Aquí, la foto del bracero que cambia dinero podría ofrecer una metáfora para los dos mundos. Por un lado de la foto, encontramos el bracero mexicano, un ser humano que trabaja. Pero, su labor se hace en los Estados Unidos, donde se encuentra su “mano de obra”; alarga el brazo para poder agarrar el dinero que viene de ahí. El otro lado de la foto, el dominante que sale en primer plano y ocupa dos tercios de la imagen, es una superficie de plástico. En realidad es la ventanilla de una casa de cambio, pero aquí sirve como metáfora para los Estados Unidos: hecho de plástico y sin rostro humano, lleno de dinero pero esencialmente inhumano. El reflejo de los otros braceros podría ser un comentario sobre la manera en que los Estados Unidos y México se reflejan mutuamente, o una decisión de representar a los mexicanos como los fantasmas que se vuelven al vivir al otro lado. La dualidad de lo humano y lo inanimado se ve también en la foto de los indocumentados sentados junto al vagón de Santa Fe. El vagón domina y se echa encima de los trabajadores mexicanos, como el imperialismo descansa sobre los hombros de la mano de obra barata, como la de los braceros. Como es costumbre en las imágenes de los Mayo, las de la frontera expresan la vitalidad de los que pronto serán “ilegales”. La confrontación entre lo humano y lo inhumano también se aprecia en la foto de los campesinos y aspirantes a braceros protestando frente al Palacio presidencial, símbolo del Estado. En una metáfora que muestra la lucha de los campesinos en contra del Estado, los manifestantes miran hacia arriba, adonde el presidente acostumbra aparecer. Sacada al nivel de los aspirantes, toma y expresa la perspectiva de “los de abajo”, creando una dialéctica con las dos fuerzas. Por un lado, los braceros se ven aplastados por el edificio que se les viene encima. Pero, por el otro, acuclillados adoptan la forma “típica” de siempre de los campesinos en todos lados. Así, indican su eternidad y su universalidad —como puede verse también, por ejemplo en las fotos que hizo Dorothea Lange de los “Okies” durante la depresión— dan la sensación de poder esperar y exigir justicia por más años que los que tienen esas construcciones coloniales que ellos están enfrentando.

Las fotos de los Hermanos Mayo sobre los braceros son importantes por lo que nos muestran de esos obreros migratorios y por lo que nos dicen sobre la visión de este colectivo. Con el intento de dar a las imágenes fijas una movilidad analítica, los Mayo desarrollan las relaciones que encuentran a través de los polos opuestos que ven y presentan: humillación-dignidad, dolor-entusiasmo, campesino-estado, lucha-represión… humano-inhumano. A través del choque de esas realidades, se produce una dialéctica dentro de y entre las fotos. Es más, las imágenes “interactivas” de los Mayo permiten que los fotografiados regresen la mirada a la cámara y así insisten en sus realidades y sus seres. El espíritu humano y la tenacidad de lucha sobresalen como valores que vemos encarnados en los braceros que fotografiaron.Dado su pasado como refugiados, su situación como trabajadores y su conciencia de ello, los Mayo han podido producir estas delgadas rebanadas de tiempo. Queda plasmada una visión poderosa y penetrante de los braceros, al retratar no sólo su opresión —su condición de “pobres diablos”— sino al expresar, además, su decisión y su capacidad de actuar en las condiciones más inhumanas. Como los braceros, los Mayo “eligieron” cambiarse de lugar, mudarse en vez de morir, ya sea físicamente o en cuanto a su capacidad de crear, como le sucedió a Alfonso Sánchez García, el importante fotoperiodista español de los años treinta a quien se le prohibió practicar periodismo y se vio reducido a sacar retratos de generales franquistas en poses triunfantes sobre la destrucción que causaron. Pero, si hay que celebrar el arte de los Mayo, habrá que recordar que las circunstancias tenían que existir para poder ser fotografiadas. Como dijo Julio Mayo, “La fotografía tiene también su parte creativa, pero dentro de la realidad”.

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